Recogida en la belleza
de unos ojos casi tristes
recordaba lentamente
todo aquello que dijiste.
Observé salir el sol
y al llegar el claro día
me di cuenta, con paciencia,
que me robaste la vida.
La noche ya se ocultó
y con ella el embrujo
de una cálida velada
bajo el firmamento oscuro.
Mi rostro quedó cubierto
por un mar de densas lágrimas
y tú, recogiendo una,
me dijiste que eran mágicas.
Y yo me sentí morir,
me derretiste en un beso
y me abrazaste muy fuerte
murmurándome un te quiero.
Quisiera soñar contigo
y levantarme mañana
y al despertar en silencio
ver tu faz junto a mi cara;
y naufragar en tus ojos,
y envolverme en tu beso
y recordar cada día
que cada noche te tengo.
Quisiera seguir soñando
y no despertar jamás
y si despierto algún día
pensar que tú no te irás.
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