lunes, 6 de febrero de 2012

CLANDESTINOS

Eran dos almas errantes
en su soledad perdidas
que navegaban sin rumbo
por los ríos de la vida,
hasta que un día cualquiera,
sin pretender ni buscarlo,
en uno de esos arroyos
sus caminos se cruzaron.
Al principio se observaron
contemplándose de lejos,
mirándose en la distancia,
vigilando con recelo.
Pero poco a poco al tiempo
vieron como se enganchaban
a sus miradas furtivas,
uno al otro, a sus palabras.
Y se buscaban con ganas
en los ríos, en los mares,
en todos los recovecos
de las aguas circulares.
Y decidieron romper
suavemente las barreras
de aquellos cinco centímetros,
dejando que todo ardiera.
Y esos dos seres errantes
finalmente se cruzaron
y, como almas clandestinas,
se agarraron de la mano.

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