domingo, 4 de diciembre de 2011

HORIZONTES

Los estrechos horizontes
de la inhóspita grandeza
que guardaban en sus tumbas
todo signos de impotencia,
escuchaban, en silencio,
el silencio de la noche
que cae, sobre sus cabezas,
buscando dónde se esconden.

Los paraísos perdidos
que soñaban en sus sueños,
cuando vivían sin trampas,
cuando soñaban despiertos.

Cuando el viento se embravece
ondeando en las colinas,
cuando el cielo se oscurece
olvidando claros días,
aparece el dibujado
perfil oculto del alma
que te da cuanto te ofrece,
que del pecho no se arranca
por recogerte en el fondo
de tu inmensa amargura,
al caer en tu regazo
las más blancas rosas puras.

Al aparecer la espera
en el sendero más recto
se pierde todo resquicio
del reflejo en los espejos;
pues se oscurece la vida
cayendo sobre las sombras
los temores de la noche
que de día no se asoman.

El amanecer tranquilo
se fue junto con su sol
al caer en el olvido
el más tierno corazón,
cuando recoges las flores
que están más tiernas en mayo,
cuando andas, distraído,
de la mano de tu hermano,
continúa el horizonte
al fondo del hondo espacio
esperando que el olvido
se arrincone en su regazo.

Recuerda al fondo los pasos
de quien camina sin nada,
de quien escucha a las flores,
de quien espera al mañana
por desiertos de corales
de muy vistosos colores,
por veredas que rodean
los verdes prados de olores;
por quien ruge la montaña
clamando al oscuro cielo,
por quien despierta la rosa
del letargo de su sueño.

La sirena está dormida
enredada entre las algas
que la mar lleva a su vera
por convertirlas en alas.
Las princesa de la noche
sonriendo está muy lejos,
la que cabalga sin rumbo,
la de cobrizos cabellos;
sobre su gran corcel negro
de suaves, rebeldes, crines
se marcha hacia el horizonte
escondiendo así su crimen
cometido por pasión
sin pensar en el futuro,
sin importarle, a penas,
que opinaría su mundo.

Se apreciaba un arcoíris
en la nubes escondido
que no quería salir,
que prefería el olvido,
pues no quería vivir
la realidad de la vida,
preferías estar parado
mirándonos desde arriba,
escuchando con orgullo
lo que pasa tras los montes,
queriendo estar, solamente,
contemplando el horizonte.

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